miércoles, 26 de diciembre de 2007

LA RUTA DEL CHUMBEQUE

Partimos temprano, tipo 7:30 am. Santiago está vacío, es como cuando hacen películas apocalípticas. Pero no es este el caso, aún. Es feriado, esa es la razón. Vamos muy bien aprovisionados: Un auto, nosotros dos y RedCompra (mejor que el cheque, mejor que el efectivo, sólo en este caso). Pasamos a buscar al hermano de Amor que se dirige a La Serena; nos explica luego que va a un campeonato de pesca de unos ricos “mojoneros”.

El clima está ideal. Día despejado y menos automóviles en la ruta que los esperados. Como en la mitad del trayecto a La Serena se me ocurre que Amor maneje. Basta el primer aviso: -“Amor, vas a 150” - “Mmm, no se nota, jijiji” me responde, para decidirme a manejar el resto del viaje. Mejor copiloto conocido que maniática al volante por conocer, dice el famoso refrán. Llegamos a La Serena y pasamos a dejar al hermano de Amor, luego a una estación de servicio, lugar donde procedemos a comer algo. El almuerzo consiste en un rico hotdog, ya que no es bueno comer mucho para no caer en las garras de Morfeo.



Emprendemos rumbo a Chañaral, la meta del día. Y la cumplimos tipo 6:30pm. Vamos a una picada que nos recomienda la moza de la recepción, pero nos advierte: “La comida es buena, pero los olores de la cocina se pasean por todo el restaurante”. Ingenuos vamos igual. La comida se demora mucho en llegar, mientras veo por la televisión que mi equipo pierde 3-0 si mal no recuerdo contra Audax Italiano (igual salimos campeones a fin de cuentas). Cuando ya estamos a punto de reclamar, llega la comida. En vaciar los platos nos demoramos la nada misma. Y era cierto, el olor hasta hoy lo tengo pegado en el cuerpo.



Al amanecer, tipo 7:00 am seguimos rumbo al norte. Todo bien y llegamos a Antofagasta a mediodía. Ahora cambio el almuerzo a un emparedado de miga, rico. Hasta Iquique el viaje va muy bien. Algo cansado pero nos queda poco. Paso Huara, y voy tranquilo en una recta larga, sin árboles, se parece a ese lugar en EE.UU. donde hacen las pruebas de records de velocidad. Estoy pensando en eso cuando unos amigos en el camino me apuntan y me hacen señas que me detengan. Por un momento pienso que estoy jugando Need For Speed y me doy a la fuga. Sin embargo, me doy cuenta que no tengo nitro así que decido detenerme mejor. Multa por exceso de velocidad. Felicito al oficial por hacer un buen trabajo de fiscalización y sigo mi viaje (la ataraxia se manifiesta de las formas más insospechadas en mi persona).



Cuestas van, cuestas vienen, y llego a mi (segunda) querida ciudad a eso de las 9:30 pm. En Arica hacemos muchas cosas con Amor: asado con la familia, ir a la playa, al centro, a pasear, al Morro, a unos pubs, al karaoke, pero NO fuimos a Tacna. También vuelvo a Huara a pagar el parte (y de vuelta me casi me sacan otro por hablar por celular, pero esa historia ya se las conté en vivo y en directo a muchos de mis lectores).



Pasamos también a una feria de artesanía y arrasamos con todas las reservas de chumbeque tradicional. Pero me di cuenta que ese no era el objetivo del viaje. Fui a buscar chumbeques y encontré todo el cariño y amor de mis padres, de mis hermanos, de mis abuelos, de mis primos, de mis tíos, de mis amigos del colegio, del paco de Huara y de la cariñosa gente de mi (segunda) tierra. Un saludo a todos por allá, los llevo en la piel, literalmente en la piel, con esta maldita alergia al sol que me gané hace 9 años bajo el radiante sol ariqueño.



El regreso no presentó mayores novedades, hicimos una escala de una noche en Antofagasta, y de tres días en Bahía Inglesa. Muy bonito ese lugar. Pero a esa altura ya extrañábamos Santiago. Entrado a la capital el aire algo contaminado nos devolvió el ánimo, los automovilistas nos tocaban la bocina (supongo que en forma de saludo), un taco nos permitía observar con calma el hormigón armado que nos rodeaba, y el calor insoportable me recordaba que ya estaba en el hogar.

Carpe diem mi querido lector.

Anexo: Les presento a chumbeque por si no lo conocen. Éste es el último que me quedaba del viaje, y lo apreciamos en el balcón contemplando Santiago. A los pocos minutos me lo comí mientras escribía este reporte.

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