domingo, 30 de diciembre de 2007

CUENTO NAVIDEÑO

Érase una vez un pueblo llamado Serviulandia que estaba habitado por unos simpáticos duendes. Estos duendes, en general, vivían bien y sin apuros. Su economía se basaba en producir caminos, los cuales empacaban e intercambiaban por diversos productos al resto de la comarca. Se acercaba la navidad y todos los habitantes del pueblo se preparaban para pasar con la familia y amigos esta hermosa festividad. Había un duende muy especial, llamado Otap, que se caracterizaba por recomendar lugares para almorzar que, habitualmente, resultaban un desastre. Pero un día de diciembre la inspiración le llegó como nunca, y dijo: “¿Por qué en vez de regalarnos tantas cosas entre nosotros no las regalamos a alguien más necesitado?”.

Sesiom era un niño duende del pueblo de Sanbernard. Su familia era numerosa y de escasos recursos económicos. El pobre Sesiom no era feliz porque no podía dormir bien, y todos sabemos que un niño necesita dormir bien para soñar. Un día, Sesiom tomó una botella y en su interior puso una carta en donde pedía que alguien lo ayudará a dormir y, de este modo, a soñar. Luego arrojó la botella al río Adiv que unía y alimentaba de agua a todos los pueblos de la comarca. Pidió que ojalá alguien leyera su carta.


Varios amigos del duende Otap lo apoyaron en su idea. Decidieron ir a visitar otros pueblos de la comarca para ver a quien podrían ayudar. Los destinados para hacer esta visita fueron Orev, Oivalf y Oguh. Estaban en el puente sobre el río Adiv, saliendo de Serviulandia, cuando el apuesto duende Oguh divisó con su precisa vista una botella en pleno río. Algo en el interior de ésta le llamó la atención. Inmediatamente se lanzó a la corriente y nadando con sus vigorosos brazos alcanzo la botella. Ya en la orilla, junto con Orev y Oivalf, se dieron cuenta que venía una carta dentro de la botella. “¡¿Cómo es posible que un niño no pueda soñar?!” se preguntaron. Llevaron la carta a sus otros amigos duendes.

Icec, Aras, Iuqcaj, Alorac, Orev, Oivalf, Oguh y Otap estuvieron de acuerdo en que debían ayudar al niño Sesiom que firmaba la carta. Así que consiguieron un hermoso camarote verde para Sesiom. Pero no cualquier camarote, éste era mágico. Al acostarse sobre él se entraba al mundo de los sueños, a esos sueños que todos debemos tener, esos sueños que nos motivan día a día a avanzar.

Sin embargo, como todo cuento navideño, no todo podía ser bueno. El pueblo de Sanbernard quedaba muy lejos de Serviulandia y en el camino había un enorme dragón rojo al cual le encantaba comer camarotes. Aun así nuestros nobles duendes partieron a enfrentar al dragón, llevando consigo el mágico camarote verde. Si bien en un comienzo casi dominan al dragón utilizando variados artilugios, el dragón se recuperó y estaba a punto de comerse a los valientes Icec y Oivalf. En ese preciso instante, rápida como el rayo, apareció Nyleve. Nyleve era una duende famosa por ayudar a los indefensos, para esto contaba con una camioneta. Sí, no usaba espadas ni magia, usaba una camioneta. Así que paso rauda por un costado del dragón subiendo a todos los duendes y el mágico camarote verde. Puso 4ta y luego 5ta y se alejó del dragón.


Sesiom jugaba con sus hermanos y primos cuando alguien llamó a su puerta. Grande fue su sorpresa al ver a unos duendes que llevaban un camarote sobre ellos. Sesiom estaba alegre, al fin podría dormir bien. Pasó una muy feliz navidad con su familia soñando sobre su mágico camarote verde.


Nuestros amigos duendes volvieron a Serviulandia muy contentos y vivieron felices para siempre. Otap siguió recomendando lugares para almorzar que, habitualmente, resultaron un desastre.


miércoles, 26 de diciembre de 2007

LA RUTA DEL CHUMBEQUE

Partimos temprano, tipo 7:30 am. Santiago está vacío, es como cuando hacen películas apocalípticas. Pero no es este el caso, aún. Es feriado, esa es la razón. Vamos muy bien aprovisionados: Un auto, nosotros dos y RedCompra (mejor que el cheque, mejor que el efectivo, sólo en este caso). Pasamos a buscar al hermano de Amor que se dirige a La Serena; nos explica luego que va a un campeonato de pesca de unos ricos “mojoneros”.

El clima está ideal. Día despejado y menos automóviles en la ruta que los esperados. Como en la mitad del trayecto a La Serena se me ocurre que Amor maneje. Basta el primer aviso: -“Amor, vas a 150” - “Mmm, no se nota, jijiji” me responde, para decidirme a manejar el resto del viaje. Mejor copiloto conocido que maniática al volante por conocer, dice el famoso refrán. Llegamos a La Serena y pasamos a dejar al hermano de Amor, luego a una estación de servicio, lugar donde procedemos a comer algo. El almuerzo consiste en un rico hotdog, ya que no es bueno comer mucho para no caer en las garras de Morfeo.



Emprendemos rumbo a Chañaral, la meta del día. Y la cumplimos tipo 6:30pm. Vamos a una picada que nos recomienda la moza de la recepción, pero nos advierte: “La comida es buena, pero los olores de la cocina se pasean por todo el restaurante”. Ingenuos vamos igual. La comida se demora mucho en llegar, mientras veo por la televisión que mi equipo pierde 3-0 si mal no recuerdo contra Audax Italiano (igual salimos campeones a fin de cuentas). Cuando ya estamos a punto de reclamar, llega la comida. En vaciar los platos nos demoramos la nada misma. Y era cierto, el olor hasta hoy lo tengo pegado en el cuerpo.



Al amanecer, tipo 7:00 am seguimos rumbo al norte. Todo bien y llegamos a Antofagasta a mediodía. Ahora cambio el almuerzo a un emparedado de miga, rico. Hasta Iquique el viaje va muy bien. Algo cansado pero nos queda poco. Paso Huara, y voy tranquilo en una recta larga, sin árboles, se parece a ese lugar en EE.UU. donde hacen las pruebas de records de velocidad. Estoy pensando en eso cuando unos amigos en el camino me apuntan y me hacen señas que me detengan. Por un momento pienso que estoy jugando Need For Speed y me doy a la fuga. Sin embargo, me doy cuenta que no tengo nitro así que decido detenerme mejor. Multa por exceso de velocidad. Felicito al oficial por hacer un buen trabajo de fiscalización y sigo mi viaje (la ataraxia se manifiesta de las formas más insospechadas en mi persona).



Cuestas van, cuestas vienen, y llego a mi (segunda) querida ciudad a eso de las 9:30 pm. En Arica hacemos muchas cosas con Amor: asado con la familia, ir a la playa, al centro, a pasear, al Morro, a unos pubs, al karaoke, pero NO fuimos a Tacna. También vuelvo a Huara a pagar el parte (y de vuelta me casi me sacan otro por hablar por celular, pero esa historia ya se las conté en vivo y en directo a muchos de mis lectores).



Pasamos también a una feria de artesanía y arrasamos con todas las reservas de chumbeque tradicional. Pero me di cuenta que ese no era el objetivo del viaje. Fui a buscar chumbeques y encontré todo el cariño y amor de mis padres, de mis hermanos, de mis abuelos, de mis primos, de mis tíos, de mis amigos del colegio, del paco de Huara y de la cariñosa gente de mi (segunda) tierra. Un saludo a todos por allá, los llevo en la piel, literalmente en la piel, con esta maldita alergia al sol que me gané hace 9 años bajo el radiante sol ariqueño.



El regreso no presentó mayores novedades, hicimos una escala de una noche en Antofagasta, y de tres días en Bahía Inglesa. Muy bonito ese lugar. Pero a esa altura ya extrañábamos Santiago. Entrado a la capital el aire algo contaminado nos devolvió el ánimo, los automovilistas nos tocaban la bocina (supongo que en forma de saludo), un taco nos permitía observar con calma el hormigón armado que nos rodeaba, y el calor insoportable me recordaba que ya estaba en el hogar.

Carpe diem mi querido lector.

Anexo: Les presento a chumbeque por si no lo conocen. Éste es el último que me quedaba del viaje, y lo apreciamos en el balcón contemplando Santiago. A los pocos minutos me lo comí mientras escribía este reporte.

martes, 4 de diciembre de 2007

PRIMER MENSAJE

Comienza distinto a lo habitual.
Otras veces alcanzo a ver lo que escribo.
No es así está vez.
Frenéticamente mis manos escriben esto.
Incluso uso todos mis dedos en el teclado.
Otros se asustarían.
En cambio yo, me siento cómodo.
Noto que algo se esconde tras estas letras.
Titubeo, no lo tengo claro aún.
Intuyo que las frases cortas algo tienen que ver.
Sumo las letras, pero no dan 23.
Uso la técnica de leer entrelíneas, pero no hay éxito.
Busco mensajes cortando este texto.
Difícil hacerlo mientras sigo escribiéndolo.
Intrigado estoy, me suena a una prueba de LA Conspiración.
Tiempo, siento que se me acaba el tiempo...
Obvio, ¡es cosa de leer la primera letra de cada línea!