miércoles, 25 de julio de 2007

EL ARTE DEL DIBUJAR LA TIERRA

Como tú sabrás, mi enigmático lector, antes de dedicarme a esto del pensamiento abstracto filosófico recorrí los intrincados caminos de la Ingeniería, cosa que logré con cierto éxito (el premio al mejor Ingeniero del siglo que obtuve en la constelación de Eridano, precisamente en el sistema de Achernar, algo dice de esto). Durante mi estadía en mi gran casa de estudios superiores me vi motivado por fuerzas que normalmente no trabajan juntas (gusto y dinero) a realizar ayudantías. Entre éstas destaca la del curso de Topografía.

La ayudantía de Topografía conllevaba bastante trabajo pero tenía el atractivo de que permitía conocer a hartas personas, debido al contacto con los ayudados (estudiantes) en los talleres semanales realizados en un hermoso e idílico paisaje porteño (Casa Central, Valparaíso). Como requisito final se realizaba una práctica en verano de una semana de duración para los ayudados y de tres semanas para los ayudantes (3 grupos semanales). Me concentraré en esta práctica.
La práctica consistía en someter a los ayudados a una situación extrema pero, en mayor medida, de crecimiento personal. Con el tiempo me he dado cuenta que esto fue el origen de los realitys, simplemente nos faltaron las cámaras, las remeras con los nombres y los micrófonos. Con el fin ya descrito, nos dirigíamos al planeta Quilpué, precisamente al continente de Fundo Alto Pequén. El objetivo era, en seis días, realizar un levantamiento topográfico, sobrevivir, pasarlo mal, pasarlo bien, reírnos, aprender lo no aprendido durante seis meses, no dormir, caerse, quemarse con el implacable sol, enfrentar a los toros salvajes, caminar mucho, arrancarse de las avispas, practicar montañismo y un largo etcétera dependiendo de cada persona.

Las anécdotas son muchísimas y la experiencia vivida por mi persona es de incalculable valor. Recuerdo cuando enfrenté a la muerte directamente, y luego de una encarnizada lucha la vencí (por un tiempo, porque de seguro tomará su revancha). El episodio consistió en que me dirigía con un colega ayudante de conductor, que llamaremos P. J. (para proteger su identidad), por un camino a buscar los “almuerzos” para los ayudados (que estaban de corrido en terreno). En un momento de alegre charla de mi parte noto que la camioneta en vez de seguir la curva a la izquierda que se nos aproximaba, seguía derecho hacia un acantilado de 100 metros, a 80 km/hr. En milésimas de segundo (cual airbag) giro mi cabeza hacia la izquierda y veo a mi colega con los ojos cerrados y roncando. Mi sentido arácnido me permitió decir de manera tranquila y pausada: “¡P.J. despierta mierda!”, al tiempo que mi mano derecha tomaba el manubrio y guiaba el vehículo hacia la curva. El cansancio se hacia presente.


Debido a que la práctica se realizaba en Enero, se estaba en plena temporada de incendios forestales. Una vez comenzó uno en un fundo adyacente, sin embargo no tuvimos la oportunidad de ver a los ayudados corriendo entre las llamas. El viento no nos favoreció.


Como consecuencia de lo escabroso del terreno fue muy entretenido practicar rally con la camioneta que nos asignaron. Hicimos muy buenos tiempos. Los cabezazos en el techo de la pick-up y un neumático pinchado fueron el costo.


Interesante resultó ver como la gente puede correr mucho más rápido de lo que cree. De vez en cuando se veían ayudados bajar por los cerros a la velocidad de luz en dirección a los baños sauna químicos dispuestos estratégicamente en el terreno. En algunos casos el papel higiénico formaba una especie de estela detrás de ellos.


Hago memoria también del alumno que se le cocieron las gónadas. Algunos lo conocemos hoy por Hipoglós (bueno, fueron varios los afectados por este mal según mostró la alta demanda de este producto).

Excepcional también es el caso del ayudado que se nos quedó en terreno al regresar a la base en Quilpue. Lo fuimos a buscar pero no lo encontramos hasta el día de hoy. Revisando la lista nos dimos cuenta que él nunca fue estudiante de la Universidad. Lo único que quedó de él fue su nombre: Jason Voorhees. Curiosamente tres de los cuatro alumnos que eran sus compañeros de grupo han muerto en extrañas circunstancias. El cuarto está internado en el Hospital El Peral.


Finalmente espero que, con el paso del tiempo, los ayudados se hayan dado cuenta del gran valor de esta práctica, en la cual fuimos todos iguales (yo también fui ayudado), donde no importaba, a fin de cuentas, tanto el conocimiento teórico sino que todo lo que conlleva ser un profesional: compromiso y responsabilidad. Además, por lo menos en mi caso, me permitió tener la seguridad de que ningún trabajo me quedaría grande, que sólo requiero un poco de esfuerzo y ganas de lograr los objetivos. Por lo mismo me causo mucha tristeza cuando hace un tiempo me llegó un mail en el cual se indicaba que la práctica de Topografía no se realizaría más. Lamentable por mis futuros colegas.


Saludos a todos mis ayudados.

Agradecimientos a: Giorgio Z. por algunos píxeles; a Martín V. por la oportunidad de ser ayudante; a Amor ayudante por el apoyo; a Jan P., Daniel N., Juan L., María J. M. y Johanna R. por compartir el arte de dibujar la tierra, y finalmente a Chuck Norris.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo.. esa semana cambio el curso de mi vida universitaria. Conocí buenos amigos, con mis colegas salimos adelante en todas las tareas y la verdad lo pasé genial corriendo cual comando por los cerros, macheteando ramas de pobres árboles que se cruzaban por la mira, saboreando la "suculenta" colación (risas) bajo un árbol o mandando a "hipoglós" a buscar los instrumentos a la colina del frente. Si... el mítico hipoglós existió, doy fe de ello.

Bueno, para no alargar más la lata, les dejo un cordial saludo a tí (Hugo) y a la Carola, a quienes conocí en topo y su semana extrema en Alto Pequen.

Giorgio Z.